DIÓGENES
Diógenes de Sínope fue un sabio cínico de la antigua Grecia (IV aC) que, después de una juventud de extravagancias, acabó vagabundeando y viviendo en un tonel, no teniendo más pertenencias que una escudilla de madera de la que se servía para beber agua de las fuentes públicas. Un día Diógenes vió a un niño en una fuente: había puesto las manos en forma de cuenco y sorbía de sus manos el agua de la fuente. El sabio tiró su escudilla por innecesaria.
Cuentan también de Diógenes que un día, al atardecer, apaciblemente recostado en su tonel, disfrutaba tomando el sol. Alejandro Magno, que por aquellas fechas visitaba Atenas, quiso conocer al sabio loco del que todo el mundo hablaba porqué, al parecer, era el hombre que más sabía de toda Grecia. Así que el reputado conquistador dirigió sus pasos hacia donde el sabio reposaba. "Buenas tardes, soy Alejandro Magno, el hombre más poderoso del mundo: pídeme lo que desees y te lo concederé". A Diógenes, que estaba allí muy "a gustito", se le ocurrió decir: "Pues te pido que te apartes un poquito porqué me estás tapando el sol". Diógenes, el rey de los cínicos...
Se cuenta también que paseando con Alejandro, fueron a visitar los restos de un palacio abrasado por un incendio: todo estaba quemado y destruido, con cuerpos calcinados esparcidos por los suelos. Caminando entre ruinas y muertos, dijo Diógenes a Alejandro: "Ahora dime, quiénes de estos cuerpos retorcidos eran los reyes y quiénes los esclavos".
En otra ocasión parece que andaba Diógenes a plena luz del día con un farol dando lumbre. La gente lo miraba con extrañeza: era de día. ¿Qué hacía ese señor con un farol en la mano escudriñando por todos los rincones de Atenas? "Busco a un hombre honesto", decía.
Cuentan también de Diógenes que un día, al atardecer, apaciblemente recostado en su tonel, disfrutaba tomando el sol. Alejandro Magno, que por aquellas fechas visitaba Atenas, quiso conocer al sabio loco del que todo el mundo hablaba porqué, al parecer, era el hombre que más sabía de toda Grecia. Así que el reputado conquistador dirigió sus pasos hacia donde el sabio reposaba. "Buenas tardes, soy Alejandro Magno, el hombre más poderoso del mundo: pídeme lo que desees y te lo concederé". A Diógenes, que estaba allí muy "a gustito", se le ocurrió decir: "Pues te pido que te apartes un poquito porqué me estás tapando el sol". Diógenes, el rey de los cínicos...
Se cuenta también que paseando con Alejandro, fueron a visitar los restos de un palacio abrasado por un incendio: todo estaba quemado y destruido, con cuerpos calcinados esparcidos por los suelos. Caminando entre ruinas y muertos, dijo Diógenes a Alejandro: "Ahora dime, quiénes de estos cuerpos retorcidos eran los reyes y quiénes los esclavos".
En otra ocasión parece que andaba Diógenes a plena luz del día con un farol dando lumbre. La gente lo miraba con extrañeza: era de día. ¿Qué hacía ese señor con un farol en la mano escudriñando por todos los rincones de Atenas? "Busco a un hombre honesto", decía.